martes, 14 de abril de 2015

Amílcar atraviesa el Estrecho de Gibraltar y llega a la Península Ibérica. SIII a.C.

Fragmento sacado del Libro "Africanus, el hijo del Cónsul" de Santiago Posteguillo.

<< Durante semanas Amílcar dirigió su ejéercito por toda la costa norte de África, aprovisioándose en las numerosas poblaciones costeras amigas de África. Atravesó las montañas y los estrechos pasos resistiendo ataques de tribus en continua rebeldía con Cartaago. Cruzó la costa norte de Numidia y -mauritania en una marcha larga y agotadora para hombres y bestias, hasta que, al cabo de dos meses, llegó a los Pilares de Hércules. Allí contempló, desde la costa africacna, las playas del sur de hispania. Sólo los separaba un estrecho de aguas embravecidas pero de tan sólo veinte o treinta Kilómetros de anchura. En unas semanas fue agrupando todas las barcas de pesca de las poblaciones próximas y mandó construir pequeñas balsas y barcazas de transporte. No se trataba de construir barcos de guerra,, sino de disponer de pequeños transportes que fueran y volvieran durante varios días, llevando en cada viaje armamento, soldados, animales y víveres. La tarea sería tediosa, lenta y muy peligrosa. Especialmente difícil resultaría embarcar, uno a uno, a las decenas de elefantes que llevaba consigo.
Amílcar alcanzó la costa de Hispania y fue el primero en pisar tierra. Tras él su caballo y varios soldados que empezaron a descargar todo lo que llevaban  en la barcaza: trigo, dardos, lanzas, escudos. Era impresionante mirar hacia el sur. El mar estaba repleto de centenares de embarcaciones que, como una flotilla de pequeños barcos, se acercaban a las costas. El oleaje, no obstante, arreciaba con fuerza. Un elefante, al verse rodeado de aquella inmensidad de océano, se puso nervioso y empezó a bramar y moverse. Uno de sus adiestradores intentó calmarlo primero y luego controlarlo a golpes que asestaba con una maza de hierro en la cabeza del animal, pero la bestia estaba ya fuera de si y cualquier esfuerzo era inútil paa controlarla. en la pugna, la barca se desestabilizó y volcó, y soldados, armas y víveres fueron al agua junto con el elefante. El mar se tragó a hombres y bestia en cuestión de segundos. De forma parecida varias barcazas volcaron y se perdieron numerosos hombres, material y animales. Sin embargo, al caer la tarde del tercer día,el gigantesco ejército cartaginés había cruzado el estrecho sin disponer de una flota, sin  despertar las suspicacias de Roma. Sigilosamente, aunque decididos, aquellos soldados formaron parte en la playa. Amílcar revisó unidades,equipos, caballería y elefantes y, cuando todo estuvo dispuesto, con el sol poniéndose, ordenó avanzar varios kilómetros hacia el interior. Dio orden también de recoger las barcas y esconderlas tras las dunas de la playa. >>

Portada: Ediciones B

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