Nuevamente nos acercamos al mundo romano, en este caso a la ingeniería romana y nos acercamos al gran reto que supuso en aquel momento construir un gran puente sobre el gran río del Danubio, de la mano del escritor Santiago Posteguillo en su libro Circo Máximo, La Ira de Trajano.
Apolodoro de Damasco construyó este impresionante puente sobre el río Danubio en tiempos del emperador Trajano. Los restos del mismos aún pueden verse en la orilla rumana en Drobeta-Turnu Severin y en la orilla correspondiente a Serbia.
Todos los carpinteros de los que disponía Cincinato estaban reunidos en la tienda de Apolodoro. El arquitecto empezó a leerles en voz alta el capítulo sexto del libro X del tratado de Vitrubio...
El arquitecto miraba de reojo ocasionalmente hacia su audiencia. Todos los carpinteros de la guarnición de Drobeta lo escuchaban con una atención máxima, entre intrigados y curiosos. Probablemente nunca antes nadie había leído algo para ellos. Así, continuó con el texto dando los detalles de la construcción de cada uno de aquellos ingenios con el que extraer el agua de las ataguías.
Apolodoro había leído rápido y sin detenerse un solo momento. Cuando levantó la vista al final comprendió que aquellos hombres, pese a su apreciable interés, no habían entendido mucho de lo que acababa de leer. Intentó no desesperarse. Les enseñó entonces el dibujo que acompañaba el tratado de Vitrubio. Los siete carpinteros se acercaron a la mesa y miraron con atención. Al menos, pensaba Apolodoro, parecían interesados.
-A ver. Tenemos un problema con el drenaje de agua-continuó explicándose el arquitecto-. Las bombas de agua, los siphones, se han atascado por el fango. Necesitamos otra herramienta que nos permita sacar grandes cantidades de agua con rapidez. Con estos grandes tornillos de madera, si los construimos bien, se puede extraer el agua con gran velocidad y al haber mucho más espacio entre las maderas de estos grandes tornillos que en los estrechos pistones de los siphones el fango no atascará el mecanismo.
-Yo he visto alguno de estos tornillos-dijo uno de los carpinteros orgulloso de identificar aquel aparato del que les hablaba el arquitecto del emperador-. Una vez lo vi, sí, cuando estuve en las minas de Hispania, pero los llamaban caracoles egipcios.
...Al hacerlo girar el agua ascenderá, la sacaremos fuera del espacio de las ataguías y así podremos rellenar con arcilla todo ese hueco que dejará entre los dos muros de pilotes de alisos. De ese modo tendremos los muros de contención necesarios para protegernos en el centro, quedará como una piscina. Cogeremos a continuación los tornillos de Arquímedes, o los caracoles egipcios, como queráis llamarlos, eso no importa, y los situaremos en el centro de los muros de contención, en esa piscina. Extraeremos entonces el agua allí y por fin tendremos u gran agujero sin agua en medio del río sobre el que podremos ir situando los sillares de piedra que los metalarii y los esclavos traerán de las canteras próximas.
miércoles, 2 de agosto de 2017
martes, 1 de agosto de 2017
El Circo romano
El escritor Santiago Posteguillo nos acerca al mundo de Imperio romano en esta nueva entrega titulada Circo Máximo, La Ira de Trajano.
Entre los muchos aspectos que iremos viendo del mundo romano, en esta apasionante lectura descubriremos cómo es un circo romano, ese edificio construido para que el público disfrutase de las peligrosas carreras de caballos.
Circo Máximo, Roma
24 de marzo de 101 d.C.
Marco Ulpio Trajano emergió en el palco imperial del Circo Máximo acompañado de su esposa Plotina y seguido por su hermana Marcia, su sobrina Matilda Mayor y sus sobrinas nietas Vibia Sabina, Matilda Menor y Rupilia Faustina...Trajano sabía que su autoridad aún no estaba completamente asentada y que eran aún muchos los que lo consideraban un César débil, como su antecesor Nerva...aún había muchos que dudaban que un hispano fuera capaz de solucionar la administración de un Estado empobrecido y al mismo tiempo mantener a los bárbaros alejados de las fronteras de Roma. El pueblo...recibió a Trajano con un mar de aplausos, y no era para menos: el Circo Máximo resplandecía reluciente tras una profunda rehabilitación ordenada por el nuevo emperador. Y es que Domiciano no se había preocupado durante sus últimos años de reparar los numerosos desperfectos que un incendio dejó en gran parte de las gradas, muchas de ellas aún de madera. Trajano, por el contrario, había ordenado reconstruir todo lo perdido en aquel desastre con ladrillo y mármol.....
Celer supervisaba que los conditores engrasaran las ruedas de los carros, que los sparsores limpiaran después bien y que todos los armentarii, los mozos de cuadra, estuvieran realizando sus tareas convenientemente. Tras él dos de los aurigatores llevaban las riendas que debían engancharse a los bocados de los caballos. Todo parecía en orden pero Celer estaba nervioso.
-Es la hora del sorteo-dijo uno de los aurigatores, y llevaba razón. Celer asintió, dio media vuelta y se encaminó al centro de las cuadras del Circo Máximo. Allí se encontraban Acúleo por los azules,, dos aurigas más de los azules, otros dos de los rojos, como él, tres aurigas por parte de los verdes y tres más de los blancos. Iba a ser una carrera de de doce cuadrigas, muy peligrosa, doblemente mortal. Durante años lo habitual había sido celebrar carrera de cuatro cuadrigas, una por cada corporación; luego se fue aumentando el número de cuadrigas,, pero toda vez que el fallecido emperador Domiciano creó dos corporaciones más, los dorados y los púrpura, y permitió que corrieran dos carros por cada una de ellas, la plebe se acostumbró a ver correr doce cuadrigas a la vez.
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