El escritor Marcos Chicot, finalista Premio Planeta 2016, nos hace un relato fascinante del mundo griego en el siglo V a.C, en su magnífica obra EL ASESINATO DE SOCRATES.
Los griegos de esta época crearon varios elementos que forman la base de nuestra civilización.
Capítulo 86
Atenas octubre de 406 a. C.
...
Estás muy distraída
Casandra le sonrió sin responder y siguieron avanzando por la vía Panatenaica. Habían decidido dar un paseo hasta la Acrópolis para pedirle a Atenea que le permitiera concebir de nuevo, y que esta vez el embarazo llegara a término.
Subieron la gran escalinata de piedra y entraron en los Propíleos. Casandra se percató de la mirada nostálgica de Perseo al pasar junto a la pinacoteca; sabía que de niño iba a menudo a ver los cuadros con su padre. Pasaron entre las enormes columnas que daban acceso a la Acrópolis y se acercaron a la gran estatua de bronce de Atenea equipada con su armadura.
<<Atenea Prómacos -le pidió Casandra alzando la mirada-, protege a Perseo si tiene que volver a la guerra.>> Se temía que no iba a pasar mucho tiempo antes de que lo llamaran para combatir contra una flota espartana renovada con el dinero persa.
Más allá de la estatua de bronce se veía el Erecteion, que pese a su estructura irregular transmitía una sorprendente sensación de armonía. A ello contribuía que se que se había dotado a la nave central y al mayor de los pórticos laterales de un friso muy parecido, con figuras coloridas y un fondo de caliza negra. El templo estaba a punto de terminarse gracias a la relativa bonanza que les había proporcionado hacía cuatro años la batalla de Cíclico.
Casandra señaló hacia el pórtico de las cariátides.
-Me gusta su expresión. Transmiten resolución y serenidad.
Perseo asintió mientras las contemplaba. Siempre le habían producido la misma impresión. Alcámenes las había esculpido con un semblante serio, y la pintura con la que habían realzado los rasgos de las mujeres acentuaba su expresión solemne.
Continuaron hacia el Partenón y llegaron a su fachada trasera, la más cercana a la entrada de la Acrópolis. En el frontón, sobre un fondo azul intenso, Atenea y Poseidón se enfrentaban para ver a quién elegirían los atenienses como patrono y protector de su ciudad. Poseidón enarbolaba su tridente para que surgiera una fuente de agua salada, mientras que Atenea hacía brotar un olivo, el regalo por el que los atenienses la escogerían finalmente a ella.
Perseo observó con melancolía las estatuas de Atenea y Poseidón y se volvió un momento hacia la entrada de la Acrópolis. Cuando era menor de edad y no podía ir más allá de ese punto, su padre le explicaba desde allí todos los detalles del Partenón.
-Fíjate en el friso exterior -le decía Eurímarco-, la franja de mármol que se extiende debajo del frontón. Verá que ahí se alternan las metopas, que son los recuadros que contienen esculturas en altorrelieve, con los triglifos, que son los recuadros que sólo tienen tres pequeños pequeñas columnas cada uno.
<<Desde la entrada casi tenía que imaginarme las figuras de las metopas, pero mi padre me las explicaba con tanto detalle que era como si las tuviese delante.>>
-Las esculturas de las metopas que están debajo del frontón representan la lucha de Teseo contra lasa amazonas-le había dicho su padre-.¿Te acuerdas de quiénes son las amazonas?
-Sí, papá -había respondido el pequeño Perseo-. Son el pueblo de las mujeres que descienden del dios de la guerra y no admiten entre ellas hombres que no sean sus sirvientes.
Perseo casi podía sentir la mano de su padre posada en su cabeza mientras contemplaba las esculturas de las amazonas junto a Casandra. Su padre había tenido la suerte de a Fidias, y el propio Fidias le había explicado que había dibujado un boceto de cada una de las noventa y seis metopas del Partenón, pero que por una cuestión de tiempo había encargado la talla de la mayoría a diversos escultores, lo que explica las diferencias de estilos.
Cruzaron las columnas por debajo del frontón trasero del Partenón y Casandra levantó la mirada para contemplar el friso interno. Apenas era visibles desde fuera del templo, pero recorría los cuatro lados del pasillo que se formaba entre la columnata exterior y el edificio central. A diferencia del friso externo, el interno no tenía triglifos, sino que la decoración era continua a lo largo de todo el perímetro, componiendo una obra maestra de casi doscientos pasos de longitud que representaba la procesión anual de las Panateneas, la principal festividad de Atenas.
Avanzaron hacia la izquierda contemplando las esculturas de los preparativos ecuestres de la procesión. Nada más doblar la esquina se veía la caballería ateniense cabalgando alegremente al inicio de la comitiva; resultaba impresionante cómo un mismo relieve mostraba varios jinetes situados en diferentes planos.
Casandra señaló un grupo de caballos encabritados que tiraban de un carro.
Esos los hizo Fidias, ¿verdad?
Perseo asintió mientras recordaba las explicaciones de su padre.
-Fidias se reservaba para sí las esculturas más difíciles y las que figurarían en un lugar más destacado.
Siguieron observando la magnífica representación de los habitantes del Ática en procesión para entregarle a la diosa su nuevo peplo: ancianos, músicos, extranjeros...
...
Respiró hondo y alzó la mirada hacia el frontón delantero, el más importante del templo. Las grandes figuras estaban ataviadas con vestiduras ricamente coloreadas de azul, rojo y amarillo. La piel masculina se había pintado de marrón rojizo mientras que la femenina mostraba la blancura natural del mármol, con la excepción de los toques decorativos o expresivos de los rostros.
<<El nacimiento de Atenea>>, se dijo sobrecogida.
El conjunto representaba el nacimiento de la diosa, surgida de la cabeza de Zeus con la ayuda de Hefesto, que le había abierto la cabeza para que saliera Atenea. A su alrededor, los principales dioses del Olimpo contemplaban las escena.
Casandra intercambió una mirada con Perseo antes de subir los peldaños de la plataforma del templo. Pasó entre las primeras columnas y cruzó la segunda hilera adentrándose en el vestíbulo. Frente a ella, la gran puerta doble de madera e incrustaciones de bronce se encontraba abierta.
-Vamos-le susurró Perseo.
Atravesaron la puerta y elevaron sus miradas reverentes hacia el semblante de la diosa. Atenea estaba en pie y casi rozaba el techo con el penacho de su casco. En el rostro, en los brazos y en los pies mostraba su piel de marfil, mientras que el resto de la efigie refulgía con el brillo hipnótico del oro. La patrona de Atenas sostenía sobre su mano una estatua de la Victoria y llevaba en la otra su lanza de diosa guerrera. A sus pies se encontraba su escudo con la cabeza de la Medusa, y tras él asomaba la serpiente Erictonio, el único hijo que había tenido.
Al igual que la nave que acogía la estatua de Zeus en Olimpia, Fidias había hecho levantar junto a los muros un perímetro de columnas en dos pisos que sostenía un rico artesonado de madera. Enfrente de la diosa, un estanque poco profundo reflejaba sobre ella la luz que llegaba del exterior.
Casandra levantó los brazos hacia el rostro serio y reflexivo de la diosa.
<<Atenea protectora, permite que mi vientre conciba un hijo de Perseo. Un hijo que nazca sano para que algún día pueda servir a la ciudad.>>
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